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Si en alguna ocasión has tenido dificultad para tomar decisiones no tiene por qué ser un problema. Sin embargo, si esa dificultad la has tenido desde siempre y, además, originan en ti emociones desadaptativas, entonces puede que te ayude leer este artículo. 
Si nos paramos a pensar en por qué nos cuesta tanto tomar decisiones, tal vez no seamos capaces de identificar los motivos. Pero, en muchos casos, son las siguientes razones las que nos detienen:

Miedo a hacerse responsable

Una vez, una paciente confirmó en consulta lo siguiente: 
“No quiero seguir creciendo porque van a venir más dificultades”.
Ser adultos nos proporciona la capacidad de poder elegir y comportarnos según nuestras prioridades y opiniones. Esto último nos proporciona una vida autónoma, independiente, libre que cuando éramos menores, pero también nos reporta una enorme responsabilidad donde el resultado depende exclusivamente de nosotros. Por eso, en ocasiones el miedo a equivocarnos, a errar y con ello a asumir las consecuencias de nuestros actos puede “bloquearnos” en el momento de decidir. 
Os pongo el ejemplo de esta paciente que se plantea abandonar su trabajo actual para apostar por un emprendimiento. Es consciente que ella será la responsable si sale mal y termina endeudada/arruinada; pero si continua en ese trabajo puede agravar su salud mental, además de sentirse infeliz. Asumir este choque de fuerzas es complejo y algunas personas pueden sentirse desbordadas o bloqueadas. 

Escoger conlleva descartar

Nadie dijo que tomar decisiones fuera sencillo, pero puede complicarse aún más cuando nos hacemos conscientes de que no solo estamos eligiendo una opción, sino que a su vez estamos descartando/renunciando otra. En el transcurso de esta elección, muchas personas realizan un análisis exhaustivo y concienzudo de todas las alternativas posibles. 
Cuando esto sucede, sobreanalizamos y racionalizamos de manera excesiva las decisiones, nos hace sentir lentos y, en muchas ocasiones desadaptados. Cuando se da vueltas a un mismo pensamiento para poder optar por una decisión u otra puedes llegar a sentir que nunca posees toda la información necesaria o que no estás teniendo todas las perspectivas, no sintiéndote satisfactorio/a con lo que puedas elegir finalmente. 

Estilos de crianza inadecuados

Si analizamos la frase de la paciente que expuse en el anterior apartado, ¿a qué conclusión se puede llegar? 
Exacto, miedos. En un estilo de crianza inadecuado durante la infancia podemos encontrar generalmente miedos, inseguridades e indecisiones. Cuando somos infantes, es decir, en nuestros primeros años de vida, empezamos a trabajar aspectos como la autonomía, la confianza en uno mismo y la responsabilidad. Conforme estos van creciendo, van aprendiendo a tomar decisiones y les resulta cada vez más natural. Así, cuando llegan a la edad adulta son capaces de elegir sin mayor dificultad. 
Sin embargo, en ocasiones este proceso no se lleva a cabo adecuadamente. ¿Y por qué? La respuesta es el apego. Cuando los progenitores mantienen un estilo de crianza basada en la protección desmedida impiden que el niño vaya diciendo y experimentando las consecuencias. Por otro lado, aquellos padres con un estilo autoritario tienden a recriminar en exceso los errores a sus hijos, además de exigirles en algunas parcelas de su vida, como por ejemplo en el académico. 
Sacar un 10 cuando ha sacado un 9, sin haber recompensado/valorado esta última. Esto origina en muchos niños y niñas una carga de culpa y de ansiedad que puede paralizarles a la hora de decidir. 

¿Qué hacer cuando cuesta tanto tomar decisiones?

Generalmente, quienes sufren altos niveles de indecisión, además de tener dificultades en su día a día, también pueden actuar de manera sumisa y dependiente, sintiendo la necesidad de tener a alguien al lado para decidir. Actuar de esta manera implica sentir angustia, inseguridad y baja autoestima, ya que limitan su autonomía como adultos. 
Por eso, para empezar a trabajar la toma de decisiones es necesario hacerlo desde la parcela cognitiva, desde las creencias. Ponerse en manos de profesionales de la salud mental puede resultar de gran ayuda cuando el proceso parece demasiado complejo para trabajarlo a solas.